Hace poco perdí a mi madre. Una mujer cuya historia fue un testimonio de fuerza y resiliencia. Desde su nacimiento, la vida la puso a prueba. Quedó huérfana a los 4 años y tuvo que trabajar en casas de familia para pagar su educación. Pero nunca se rindió.
Crió a siete hijos y nos dio algo invaluable: educación, motivación y un ejemplo de lucha incansable. Con esfuerzo, ahorró de su salario y logró comprar una propiedad extra, donde construyó tres casas para alquilar. Su legado es prueba de que el sacrificio y la determinación pueden cambiar vidas.
Sus últimos cinco años fueron una batalla diaria contra una enfermedad degenerativa. Sin embargo, incluso en medio del dolor, seguía sonriendo, preocupándose por los demás y repitiendo con valentía: “Aquí seguimos arriando el burro.”
La resiliencia como motor de vida Estudios han demostrado que las personas resilientes, como Bella, tienen una mejor capacidad para afrontar enfermedades crónicas. Según la Asociación Americana de Psicología (APA), la resiliencia no solo ayuda a manejar el estrés, sino que también contribuye a la recuperación emocional y física. La capacidad de mantener una actitud positiva incluso en circunstancias adversas mejora la salud mental y el bienestar general (APA, 2020). Bella, como la llamábamos cariñosamente, dejó un legado hasta en sus últimos días.

Antes de partir, se aseguró de comprar los regalos de Navidad para todos sus nietos. Estos regalos, más que objetos, fueron recordatorios de su amor, su visión y el impacto que dejó en cada uno de nosotros.
Conexiones emocionales y bienestar psicológico
La investigación en neurociencia muestra que los actos de generosidad y cuidado hacia los demás estimulan la liberación de oxitocina, la hormona asociada con la confianza y el vínculo emocional. Este tipo de conexión social no solo mejora el estado de ánimo, sino que también fortalece el sistema inmunológico (Post, 2005).
Su historia me enseñó algo que quiero compartir contigo hoy: hay que vivir para dejar huella, no para morir.

Vivir con propósito para una vida más larga y saludable
En este 2025 que recién inicia, te invito a que busques a ese personaje en tu familia o en tu entorno que te inspira y motiva con su ejemplo. Todos merecemos vivir una vida con propósito, dejando huellas con nuestro ejemplo. Vivir con propósito se ha asociado con una mayor longevidad y mejor salud física y mental.
Un estudio publicado en la revista JAMA Network Open encontró que las personas con un sentido claro de propósito en la vida tenían un 15% menos de riesgo de morir prematuramente en comparación con aquellos sin un propósito definido (Alimujiang et al., 2019).
Renunciar a ello sería conformarnos con dejar que el tiempo pase, viviendo la vida de otros, experimentando quizás profundas tristezas y seguramente culpando al entorno, a la sociedad, a nuestras parejas o familiares de las decisiones que solo nos corresponden a nosotros tomar.

Propósito, salud mental y conexiones neurológicas
Bella, de una manera tan natural y sin mucha teoría, me inspiró a seguir cuidando de mi salud mental y física. Estudios han probado que cuando vivimos una vida con propósito somos menos propensos a sufrir de trastornos tan comunes hoy como la depresión y la ansiedad (Ryff, 2014). Además, preocuparnos sinceramente y desinteresadamente por los demás crea conexiones neuronales en nuestro cerebro que no solo nos hacen sentir vivos, sino que también fortalecen nuestro sistema inmunológico al reducir el estrés y la inflamación (Davidson & McEwen, 2012).
Recuerda: No vivas para morir, sigue viviendo en los demás incluso después de partir.